
Quiero esa orquesta:
que vibre! que suene!
Ya encontro despacio,
entre instantes, entre pupilas,
arpegios de notas
que nadie conoce salvo
nosotros dos.
Floreciente caravana
de melodias sueves,
perversas e inocentes
casi al mismo tiempo.
Que la mutitud armada,
de pieles y besos,
se arrope inconstante
entre el fuego de los bronces
y las caricias de las cuerdas;
y escriba mi mano,
atontada e ilusa;
si no hay pentagrama que pueda,
ni a lejos,
hacer que alguien lea ni una fusa,
de lo que esta sinfonia
significa para mi.
No hay comentarios:
Publicar un comentario