La cuestión es que había terminado de comer.
Los tipos del restaurante estaban esperando para cobrarme porque a esa hora seguramente querían deshacerse de cualquiera para poder cerrar y seguir con sus vidas... como cualquiera que labura en algo que no le gusta ni un poco.
Yo tenia los últimos bocados atragantados en medio del esófago y la presión del lugar no era el mejor digestivo que uno pueda probar.
Luchando con los músculos de mi garganta, en una contienda épica por la consumación de la ingesta, fue que me quedé con la mirada fija en el plato.
-LA GRAN FLAUTA!-
Me grité para adentro mientras la nuez de adán noqueaba al bolo alimenticio de un solo golpe dejándolo fuera de la contienda en cuentas definitivas.
-Es bellísimo! Es genial! Es... una OBRA MAESTRA!”
No lo podía creer. De alguna manera los resabios del plato formaron una composición impactantemente armoniosa, conmovedora por donde se la mirara.
Empecé a injuriarme verbalmente por no tener la cámara encima; por no caer en las frivolidades esas de los trastos inútiles con “cámaras” que llaman de manera mas que pretenciosa teléfonos.
Empecé a mirar alrededor para ver si le podía pedir socorro a alguien que entendiera mas o menos lo que estaba pasando y se solidarice con algún dispositivo móvil de estas características ( o, cuanto mejor, una capturadora como la gente).
No hubo caso: a mi derecha cenaba una señora de unos cuarenta años leyendo uno de esos best sellers que pecan de mimesis telenovelesca, absolutamente abstraída en los cotidianos dramas familiares de ese tipo de material; hacia el frente un caballero entrado en años estaba mas preocupado por terminarse el vino de la casa que, dicho sea de paso, tenia mas pinta de ácido clorhídrico que a fermentado de uvas....
A esa altura ya sentía tantas flechas clavadas en la nuca como segundos pasaban, lanzadas por el mozo con la mirada; el, a su vez, sufría sendas saetas procedentes del maitre, quien, además, ya notaba al dueño apuntándole también.
-Seguro lo tiran a la mierda... forros! No se van a dar ni cuenta de lo que pasa en este plato... Es un jodido milagro y esta condenado a desaparecer.-
Al borde absoluto del colapso le hice la seña al flaco para que me cobrara y de paso dejara de usarme como diana, mientras pensaba en pedirle llevarme la Pieza a mi casa. Pero de moverlo seguramente los componentes comenzarían a desplazarse en un caos de proporciones catastróficas para la conservación del mismo.
Con el esternón comprimido al infinito, y deseando volver en el tiempo para descuartizar a todos los teóricos del arte efímero, tomé mi campera y salí del local masticando improperios varios contra la mediocridad humana.
En un ultimo reflejo, me di vuelta para ver como el mozo levantaba la mesa. Miró descuidadamente el plato. Levantó la mirada hasta encontrarse con la mía. Bajo la vista y arrebató la belleza de ese pedazo de mundo.
-Qué mierda sabrás vos!- se me ocurrió tragar mientras daba la vuelta y me marchaba.
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