6/12/12

Relato IV


I
Se conocieron por sus demonios.

Ella se coronaba en las noches de aventuras juveniles como la puta de babilonia regalada a los brazos de su temprana insolencia.

El jugaba a un Baco que pecaba de impiadoso frente a la codicia de una desventura que se hundía en la memoria.

Los fuegos fatuos nacidos de la estruendosa necedad de sus actos mas terribles, iluminaban las penumbras con desgarradores gemidos de complacencia y dolorosos entierros de sollozos.

Mas aun, cuando se odiaban, de estos parias, y juglares sátiros, nacieron con el tiempo, sendos ángeles coronados de laureles y madreselvas plenas de rocío.

¡Envidia daban! ¡Ay! ¡Qué envidia!

Los querubines y los perversos soñando caricias de inconsciencia frente al desasosiego de un mundo carente de quietos.

Y, sin embargo, ahí estaban eternos.

Las jornadas eran aventuras que nadie podía contar. Porque no hay lengua para hablar lo indecible de las calumnias mas inmundas y las bondades mas inermes.

El tiempo translucía en sus ojos timbres de lloviznas en verano, y de sus voces crecían bosques poblados de antiguas tormentas.

II
Pero las raíces de las sombras tarde o temprano tienen las horas de su parte.

Nadie sabe bien cuándo ni cómo, pero el fuego de la noche busco también vida en el día.

Quizás mientras ella dormía. Quizás mientras lo hacia el.

Lo cierto es que, el demonio que brillaba en la piel de aquella muchacha, sintió un celo desolador del ángel que le perlaba los ojos, y en un arrebato de demencia, le clavo un puñal de promesas en el pecho.

Muerto ya, le arranco las alas y se enredo en un personaje que, de reconocible, para quien no este ciego en el cariño, no tenía nada.

Pero el estaba ciego. Completamente ciego.

El ángel del muchacho no distinguió jamas a aquel demonio como un farsante. Y es que... ¡Tan inquietante era su parecido!

Pero no así sus propósitos.

Violado y mas violado fue el pequeño alado, que, en su bondad, apaciguaba su tormento por la esclavitud disimulada que predicaban haberle regalado.

Por su parte, el demonio del muchacho, se entretenía de a ratos perdido en una espera que consideraba un juego por su reflejo en la razón de su lujuria; y que, ocasionalmente, encontraba respuesta en escasas actuaciones estratégicamente representadas por su álter ego en la niña, en fugaces y tramposas huidas de su farsa.

III

El tiempo transcurría y el veneno se hacia fuerte.

Poco quedaba de bello en el ángel del enamorado, humillado entre las cadenas de un cariño que con los años se transformo en nulidad.

La tristeza del alma de la muchacha trocó su demonio en un inquisidor de malas intenciones.

Ya ni a engañar a su antiguo par le daba importancia y, con la carencia mas ruin, perdió así también su ímpetu.

Mucho había pasado hasta que, el espanto de él, descubrió que el demonio de ella ahora era tristeza disfrazada de ángel manipulando al hijo bello del deseo que una vez los unió.

Y la razón nada entiende de soluciones para estos males.

Avergonzado de su ceguera, corrió con furia frente al farsante con un nuevo cuchillo de promesas, pero en su camino se interpuso su hijo doblegado, y a su pecho fue a parar el filo.

El espanto allí mato a la confianza, y como espectador tenia a la tristeza.

Ambos supervivientes se hundieron en los corazones de sus dueños y nunca se volvieron a ver.





2 comentarios:

Seguidores en Facebook

Seguidores