7/2/11

Relato II

Buscando detalles que me hagan mejor que el silencio, encontré, entre los viejos volúmenes de una de esas librerías perdidas por calles adyacentes e intransitadas, un pequeño manual que describía con particular entusiasmo el funcionamiento de una de los mecanismos mas caprichosos e increíbles de la realidad conocida a mi entender.
El curioso tomo era ya pequeño y el tono de sus páginas daban una sensación de solemnidad que solo a contados trofeos uno atribuye; esto sumado a un magnetismo poco característico que, créanme, seria inútil explicar a quien no compra libros, me arrastro a la voraz necesidad de adquirirlo. Evidentemente no era algo que el dueño del lugar valorara mucho teniendo en cuenta el precio que le había puesto, pero bueno, es un dato que no suma demasiado.
Cuenta, entonces, en detalle el funcionamiento de tal mecanismo, que, no entiendo porque, no bautiza en ningún momento. Dice:

De dimensiones no mas grandes que la mano, este artefacto tiene un funcionamiento particularmente interesante. Canta de su centro un metrónomo incansable que no conoce de tiempos como los que limitamos. Se extiende a su ritmo tratando de alcanzar lo más lejano que encuentre para esconderse nuevamente en su centro al no lograrlo y lo vuelve a intentar infinitas veces con una constancia más que envidiable. Su baile parece responder a razones que escapan de la lógica convencional e, incluso, atentan contra su propia integridad; lo cual hace pensar que su objetivo no es conservarse, sino, al contrario, consumirse.
Este principio de funcionamiento no seria tan curioso si no fuera porque, bajo circunstancias particulares, se da un curioso fenómeno que parece responder a la incógnita de su cometido: atrae arena.
No he podido aun interpretar bajo que instancias lógicas lo hace, ni como logra tal cometido, solamente lo hace y, lo más increíble, es que, ya cubierto de arena, acelera gradual e inconstantemente su danza. Esto solo logra generar fenómenos cada vez más extraños.
Empieza a tomar temperaturas alarmantes para el estado de conservación del material que lo compone, llegando al punto de hacer de la arena liquido incandescente y, una vez logrado esto, busca a fuerza de imposibles conservar este estado de la misma.
Finalmente, y de manera no necesariamente pareja, empieza un proceso de desgaste a causa del esfuerzo ocasionando que, con el descenso de la fricción, el líquido empiece a cristalizarse. Lo que queda al final es el mecanismo cubierto de una coraza de vidrio equivalente al volumen de arena atraída.

Como para poner un broche de oro a todo este espectáculo, uno podría pensar que luego de esto el fin del artefacto esta cometido, pero, no es así. Comienza nuevamente el ritual hasta que logra deshacer en astillas su piel de cristal y estos residuos se suman, no sin causar daños, a nueva arena que es atraída para comenzar un nuevo ciclo.
Es de comprender que cada ciclo se vuelve más complicado y pesado para el funcionamiento del dispositivo, y la lentitud acompaña al crecimiento constante de la coraza que cada vez es más difícil de romper. Hace esto también que el ritmo sea cada vez mas cansino y pesado.
Se podría ver cruel en algún punto el diseño de tal, pero, viendo lo fantástico que es el empeño casi heroico que cumple con tal de alcanzar su objetivo, parece no haber nada más bello que su funcionamiento.

El pequeño libro no da créditos a ningún autor... pero no deja de darme respuestas pequeñas en ocasiones de grandes preguntas.

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