14/7/12

En el desierto


En lo profundo del desierto el clima es sumamente hostil para cualquier forma de vida que no esté adaptada. En medio de esta inclemencia, cierto día, una semilla comenzó a romper la roca y logró alcanzar la superficie. Se vio pequeña en el corazón de tal basto silencio, pero decidió apostarse orgullosa frente a tal adversidad.

El tiempo transcurría en el estéril paraje y la planta apenas y podía rescatar, de sus esfuerzos por mantenerse erguida, la fuerza para sobrevivir otro día más.

Días y noches pasaron donde conoció la inclemencia de su contexto, pero también a un amigo que la refrescaba en ocasiones: El viento.

Ambos se mantenían constantes en la inmensidad inmutable bailando a un paso lento pero precisó.

Sin embargo, un día, el viento advirtió a su amiga que cuando su madre venga a buscarlo ella seguramente no podría resistir su fuerza, y por eso le pidió que se escondiera tras las piedras. La planta lo prometió, pero en su sabia  corría un orgullo más fuerte que cualquier promesa.

 Finalmente la madre del viento llegó, era la gran tormenta de arena, la planta se vistió con sus mejores flores para la ocasión. Pero a la llegada de su amigo lo notó raro y agresivo. Le había advertido que se escondiera y ella no había hecho caso. La tormenta creció y con ella la agresividad de su hijo, que solo buscaba advertir a su amiga, que debía huir. Pero la planta se irguió mas magnifica que nunca frente a la tempestad con sus flores perladas y su orgullo colmado de lágrimas.

Al pasar la tormenta, poco quedaba de la planta, apenas un tallo marchito y un par de lágrimas bailando con su viejo amigo, lagrimas semillas bailando en el viento.

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