Pensemos siquiera un instante en la construcción del marco
en el cual los individuos actúan acorde a su entorno. Por un lado podemos
observar a los idealistas, vividos retratos de la más absorta convención de la
moralidad en un plano cognitivo omnisciente. Egoísmo en estado puro. Por otra
parte analizaremos el cinismo preponderante de la construcción abyecta del
individualismo más arraigado. Que no es más que el eco del mismo problema.
Las vicisitudes a la hora de diferenciar dichos arquetipos
radican en la negociación de, algo que
me gusta llamar, límite ilusorio.
Es menester indispensable y catalizador ineludible la
capacidad tacita del ser humado de dedicar a otro la pretensión de cumplir
metas morales en marcos circunstanciales ajenos a la vivencia propia. Esto es:
depositar en el otro las expectativas propias.
Si bien en la construcción idílica, la necesidad de ver
retratada estas cualidades en el otro
son consideradas una instancia pasajera entre la razón y el tiempo. En la cínica,
el camino de la experimentación fue directamente obviado para dar cuenta de lo
irreprobable. Que es la idea de encontrar en los demás espejos morales acorde a
un códice absolutamente irracional, constituido en un inconsciente que solo
puede vivir en las ideas de un ser puramente pretencioso y egoísta.
Con esto me refiero a la necesidad del privilegio
individual, sobre la constitución de una identidad colectiva que sofoque la
conciencia de estructuración racional básica. ¿Cómo puede ser considerado óptimo,
bajo un entendimiento práctico de la psiquis, la conformación de entidades
colectivas que no sirvan a un propósito temporalmente acotado?
Cuando las voluntades son reunidas en base a la conformación
edilicia de las relaciones interpersonales sin tener en cuenta el marco real, y
potencial por tanto, del problema, todo se transforma en la necesidad alegórica
de la necedad de enaltecer el ego en pro de una respuesta emocional ajena.
Seamos realistas. Es la construcción enferma de la sociedad
lo que construye la alienante necesidad de alimentar iconos que nosotros mismos
esculpimos como propios estandartes.
Necios y reacios a entender la fundamental necesidad de la construcción
de conciencia a través de la experiencia. Nosotros debemos ser portales de la
información. Es esta nuestra materia prima. La conformación natural del homo en
su plena gloria.
SOMOS VEHICULOS! Y como tales, debemos contentarnos solo con
el descontento de lo inalcanzable. Tender irremediablemente a los límites que
nosotros definimos y reestructurarlos para volver a estirarnos hacia el
infinito.
No hablo de postergar la experiencia personal, ni de solo
centrarse en ella. Es generar el producto total en base al potencial individual.
La conformación del gaia innato en consagración al propio espíritu de la
curiosidad que nos define.
(Y)
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